Andrew Wiggins, el nuevo mesías del baloncesto de la NBA

Uno de los acontecimientos baloncestísticos de la temporada pasada en Estados Unidos fue la elección de universidad por parte de Andrew Wiggins. Eligió Kansas, de donde salió Wilt Chamberlain. Allí se desató la locura. Creen que ahora aspiran al título. Es un ejemplo del bombo que rodea a este alero canadiense de 18 años, 2,03 metros de altura y 2,15 de envergadura. No había un jugador de instituto con tanto ruido alrededor desde LeBron James. Es con quien se le compara. Dicen que dominará la NBA como ahora hace el alero de los Heat. Es el nuevo mesías.
Todo indica que Wiggins estará sólo una temporada en la universidad de Kansas. Y porque la NBA obliga a cursar un año. El próximo verano, según las previsiones del draft, sería el primer nombre que pronunciaría Adam Silver, futuro comisionado tras la marcha de David Stern. Los malpensados dicen que varias franquicias harán lo posible por quedar últimas para tener más opciones de elegir al joven prodigio.
Wiggins no ha disputado un partido en la NCAA, pero ya es millonario en potencia. Esta semana, desde su universidad se dijo que Adidas le ofrecerá entre 140 y 180 millones de dólares por las próximas 10 temporadas en cuanto se declare elegible para el draft de 2014, aunque la multinacional alemana habla de una propuesta falsa. Que le pretenden, como el resto de marcas, es evidente.
El alero, que idolatra a Kevin Durant, comenzó el instituto en el Vaughan Secondary School de Ontario. Pronto se le quedó pequeño. Sabía que para mejorar y dar más relevancia a sus hazañas debía trasladarse a Estados Unidos. Recaló hace dos años en el Huntington Prep School de Virginia Occidental. Allí ha dejado motivos para alimentar su leyenda. El curso pasado promedió 23,4 puntos y 11,2 rebotes por encuentro. Era un hombre jugando entre niños. Lideró el ránking de jugadores escolares de la prestigiosa revista SLAM.
También recibió el premio Naismith al mejor jugador de instituto del año, el galardón Gatorade como mejor jugador escolar y el Mr. Basketball USA. Antes había hinchado un poco más el globo brillando en los más importantes encuentros de exhibición para jugadores de instituto: 19 puntos en 24 minutos en el McDonald’s All American Game, otros 19 durante el Jordan Brand Classic y 17 en el Nike Hoops Summit.
Padres atletas
Andrew combate la marea mediática en torno a su figura. Ahí ayuda la experiencia de sus progenitores. Su madre, Marita Payne-Wiggins, es una antigua vallista canadiense que participó en tres Juegos y ganó dos medallas de plata. Su padre, Mitchell Wiggins, jugó seis años en la NBA. Su carrera se vio interrumpida tras un positivo por cocaína. La Liga le sancionó con dos temporadas y tras un buen regreso acabó jugando en Grecia, Francia y Filipinas.
Intentando que no incurra en los mismos errores, su padre se ha convertido en su sombra. Por mucho que pretenda protegerle, a veces le salen los elogios: «Es como LeBron o Jordan. No puedes ubicarle en una sola posición. Juega de base, escolta y alero, defiende a los tres exteriores, rebotea como un pívot y maneja el balón como un base. Tiene una gran lectura del juego y es un competidor».
Todo eso lo disfrutarán en Kansas a partir del 8 de noviembre. Ese día debutará frente a la universidad de Louisiana Monroe. El país entero estará pendiente de ese encuentro. No es para menos. Juega un chico que puede cambiar el destino de la NBA.

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