¿Qué le pasa a los futbolistas mexicanos después de los 17 años que no trascienden?

LOS ANGELES, CA. Los niños son fantásticos: se ríen, son graciosos, ocurrentes e inteligentes. El problema es que algún día crecen, toman su rumbo, sus propios riesgos y nadie sabe sí volverán a ser lo mismo que eran o que prometían ser en el pasado. Estamos hablando de futbol, de futbolistas…
Sea cual fuese el resultado con el que nos despertamos este martes, la pregunta tendría que ser directa: ¿Qué le sucede al futbolista mexicano cuando supera los 17 años?
Otra demostración de alto valor en el Mundial de categoría infantil que tendría que dejarnos tranquilos hacia el futuro nos arroja, sin embargo, nuevas interrogantes: ¿Qué ocurre en el desarrollo mismo del futbol mexicano? ¿Es una cuestión técnica, tiene que ver con el físico, con la alimentación? ¿Se trata acaso de una cuestión mental? ¿Por qué un futbol que es capaz de ganar Mundiales infantiles, de trascender ante rivales históricos como Italia, Brasil y Argentina se descompone después hasta tener una vergonzosa eliminatoria en una de la áreas futbolísticas más pobres del mundo?
Algunos creen que se trata de un tema técnico y que la transición hacia el otro nivel del juego le cuesta trabajo al futbolista mexicano, factor donde también, intervienen, de manera directa o indirecta, los entrenadores que generalmente en ese tipo de puestos son mal remunerados, poco reconocidos y quizá no estén actualizados con las fórmulas más modernas de entrenamiento y de enseñanza futbolística.
La otra hipótesis se refiere al eterno tema de la debilidad mental, un hasta cierto punto mito con el que ha vivido y convivido no solo el futbol, sino todo el deporte mexicano. Una aseveración que si bien tiene bases creíbles también las tiene muy endebles. Y el mejor ejemplo son chicos de 17 años compitiendo sin ninguna clase de obstáculos.
Otras de las conjeturas se refieren al físico, factor donde interviene la genética y la alimentación. Otro campo donde, sin duda, realizar una afirmación definitiva puede resultar todo un riesgo: el atleta mexicano suele ser muy exitoso en disciplinas de contacto como el boxeo y el tae kwon do. ¿Por qué debe perder esa ventaja en un deporte como el futbol?
Hay otra pista que me parece esencial cuando se trata del futbol mexicano: el dinero. La transición al profesionalismo transforma todo el panorama y no solo genera nuevas encomiendas, también marca una vida distinta alrededor del futbolista, al que transforma finalmente en un producto, donde intervienen entrenadores, visores, promotores, directivos, periodistas, dueños de equipos y demás. El juego, digámoslo así, abandona una faceta romántica y se convierte en un juego de intereses profundos. Ahí, el negocio, el dinero, lo consume todo: talento, hambre, convicciones, matices, ideologías, sueños…
Algo me queda claro en esta nueva campaña exitosa de un grupo de futbolistas jóvenes: nuestros niños, los niños del futbol, están sanos y vigorosos. Sonríen en la cancha y la cancha les sonríe a ellos. Se «enferman» más adelante, cuando el futbol deja de ser un deporte para convertirse en un negocio.

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