El próximo golpe al beisbol venezolano se llama draft internacional.
El espejo de Puerto Rico es un aviso atemorizante. La Isla del Encanto perdió su lugar de honor como potencia beisbolera cuando la MLB decidió incluir a sus jugadores en el draft colegial, que abarca peloteros de Estados Unidos, Canadá y Borinquen.
La situación no es alentadora. Venezuela toda vive una crisis que afecta el día a día de los ciudadanos. Las dificultades para conseguir alimentos y especialmente la creciente inseguridad personal llevaron a que se marcharan una a una las 23 organizaciones de Grandes Ligas que tenían academias en el país.
De aquella madeja que sostuvo la hoy desaparecida Venezuelan Summer League queda solamente un puñado de campamentos de menor tamaño. Centenares de puestos de trabajo se han perdido.
Hemos abundado en las consecuencias de esa estampida: los grandes prospectos siguen firmando, porque son talentos inocultables; pero los que no impresionan a los scouts se quedan fuera, al no tener dónde demostrar que sí tienen con qué triunfar.
Recordemos nombres: José Altuve, Magglio Ordóñez, Luis Valbuena, Edubray Ramos, Alexi Amarista y muchos otros estarían condenados en la nueva realidad. ¿Qué nombres estamos perdiendo hoy? ¿A cuántos jóvenes desconocidos nunca veremos florecer? ¿Y cuántas familias lo están sufriendo?
Puede entenderse la decisión de los clubes, al mudar sus operaciones a la República Dominicana. El draft, en cambio, es una imposición de la gran carpa y parece difícil que no sea una realidad en uno o dos años, como adelantan reportes publicados en Estados Unidos.
El golpe será por la parte superior de la pirámide. Quiere el comisionado Rob Manfred limitar el dinero que se entrega a los muchachos que firman cada 2 de julio como agentes libres.
Su posición es parte de un negocio. Espera reducir los costos de los equipos. El problema está en las consecuencias, más allá de la sombra que de entrada se asoma en el espejo de Puerto Rico.
Los primeros afectados serán los talentos adolescentes, sus familias y las academias privadas donde se forman. Pero eso posiblemente impactará todo el sistema que se ha construido en paralelo al sistema oficial.
Esos agentes privados no sólo han consolidado sus emprendimientos; además, han llenado en parte el vacío dejado por la marcha de las divisas del beisbol mayor. Hasta crearon una liga de verano dedicada a sus jóvenes jugadores.
Decía esta semana Ben Badler, afilado analista de Baseball America, que las oficinas de las Grandes Ligas no entienden lo que pasa en el Caribe. Pensando en abaratar sus presupuestos, posiblemente asesten un duro golpe a la constante generación de peloteros.
Es natural que piensen en sus carteras. Por eso, es necesaria una reacción de los agentes afiliados a la MLBPA, el sindicato que agrupa a los bigleaguers, y muy especialmente de los propios grandeligas latinoamericanos, que hoy son una tercera parte del total.
MLB no mejoró las condiciones de alojamiento en sus academias regionales ni acabó con la práctica de tratos indignos por caridad, como denunciaron investigadores como Arturo Marcano en su momento. Lo hizo porque hubo un movimiento de opinión pública eficaz.
Dependerá de los propios jugadores capear esta grave amenaza.





