Los niños colombianos sueñan con jugar en las Grandes Ligas

Barranquilla. Luis recuerda que un par de platos plásticos hicieron las veces de rodilleras cuando él tan solo tenía tres años. Los accesorios improvisados hacían parte del primer uniforme de beisbolista que vistió el niño, a quien le desvela la idea de ganarse $10 millones en un equipo de Grandes Ligas.
El pequeño, que sólo tiene 9 años pero que habla como todo un adulto, se divierte entrenando en la Escuela Team Rentería, fundada por el ex beisbolista profesional colombiano Edgar Rentería y sus hermanos Eberth y Edinson. La academia, ubicada en el Estadio Tomás Arrieta de la ciudad de Barranquilla, en el norte de Colombia, cuenta con 200 posibles futuras promesas del béisbol.
Luis quiere llegar a la edad de 15 años para que lo inviten a participar en un tryout, conocido por ellos como ‘trayado’ y que es una especie de práctica que se convierte en el escenario en que los chicos demuestran sus capacidades como beisbolistas. Se trata de un juego en el que esperan ansiosos ganarse la lotería: que algún scout de un equipo estadounidense vea en ellos al próximo Rentería.Beisbol colombia-660x330
Así es como Luis espera ganarse una millonaria suma de dinero. Ricardo, de 15 años, también tiene entre ojos firmar con un equipo estadounidense. Este adolescente, habitante de un barrio popular, quiere que se logre el contrato de su vida, uno que le permitirá salir del país y comenzar el entrenamiento con un equipo de Grandes Ligas.
“He hecho ‘trayado’ con los Marlins y los Yankees. He demostrado que tengo todas las condiciones para estar en uno de estos equipos”, asegura el adolescente, cuya motivación principal es darle una mejor vida a su familia de cinco hermanos.
La mayoría de niños que practican este deporte proceden de zonas de bajos recursos. La gran razón del fenómeno está explicada en el hecho de que los jóvenes beisbolistas terminan por convertirse en ídolos para sus vecinos, según el presidente de la Liga Colombiana de Béisbol Profesional, Edinson Rentería.
La firma de un adolescente puede llegar hasta los $3 millones. Algunas veces, los equipos prefieren pagar una multa por superar el monto del contrato, que según conocedores, no puede pasar de los $2.9 millones. El jugador de los Rangers de Texas, Jorge Alfaro, es el colombiano que ha recibido el bono de firma más alto ($1.3 millones), según fuentes consultadas.
El proceso de detectar talentos empieza a los 13 años, pero se les hace el seguimiento hasta que llegan a los 16 años y, en algunos casos, hasta los 17. En promedio son firmados de 20 a 25 chicos en el año.
El scout de los Yankees para Colombia, Luis Sierra, asegura que mensualmente pasa reportes de los chicos que él considera podrían hacer parte del equipo.
“Por ejemplo, un pitcher que en la primera valoración lanzaba a 85 millas, y en la segunda tira a 88 millas, me permite concluir que el muchacho tiene las ‘herramientas’, entonces le hago un seguimiento hasta los 16 años, en algunos casos, hasta los 17 años y medio”, dijo.
Los scouts también asisten a los torneos de desarrollo, que son campeonatos organizados por las escuelas de entrenamiento y que sirven de escenario para mostrar el talento de los jóvenes deportistas.
Las modalidades para entrenar a los muchachos van desde las academias donde se paga una mensualidad por recibir entrenamiento, hasta el entrenamiento improvisado en cualquier parque o, en última instancia, los agentes que ponen a disposición del muchacho entrenadores y cobran un porcentaje del bono de firma. Esa cuota es de entre el 20 y el 30 por ciento de lo que recibe el chico, señalan expertos. Sin embargo, un bono de firma alto no asegura que el muchacho llegue a las Grandes Ligas.
HAY QUE SOPORTAR
El proceso, que para muchos pareciera soñado, es en el fondo una cadena de sacrificios, porque los adolescentes dejan todo antes de cumplir la mayoría de edad. El único objetivo es cumplir un deseo entrañable y compartido, porque no solo es la meta de los jóvenes jugadores, sino también la de sus progenitores.
Alfret Escorcia es padre de Kevin y Juan Guillermo, ambos lanzadores que acaban de firmar con los Medias Blancas de Chicago y los Yankees, respectivamente. Alfret y su esposa Margarita Torres ven a sus dos hijos tres veces al año. Los muchachos, que ahora tienen 18 y 19 años, viven en República Dominicana, país que en algunos casos se convierte en el lugar de filtro donde el talento ‘pasa por el fuego’ y se define si los deportistas están listos para pasar a los grandes escenarios en Estados Unidos.
El experto en béisbol Orlando Palma señala que no todos los peloteros ´firmados´ salen del país inmediatamente, sino que existe un número estipulado de visas. “Hay unos equipos ‘granja’ en Venezuela y en República Dominicana y dependiendo del rendimiento del joven, si el equipo ve que se ha desarrollado bien, entonces pasa a Estados Unidos, para no malgastar una visa, pero cuando el chico le ven una buena proyección se lo llevan directamente a Estados Unidos”.
El padre de los jóvenes recuerda que sus hijos participaron en cerca de 15 encuentros, en distintas ciudades, con el fin de mostrar su talento ante los scouts. “Qué te firmen a tus dos hijos no es algo fácil de lograr. Todo ha sido sacrificio y tener la bendición de Dios”, asegura Alfret Escorcia, que habla con sus muchachos todos los días ya sea por redes sociales o por teléfono.
“Para nosotros es un poco duro, porque tenemos tres hijos, uno de ellos está casado y vive en otro lugar, y Kevin y Juan Guillermo están fuera de casa. Hay que soportar todo esto y tratar de hacer las cosas bien”, señala el padre, quien espera que sus hijos estén en Estados Unidos en el 2015.
Sin embargo, en opinión de Eberth Rentería, ya no son tanto los chicos que extrañan su hogas y sus costumbres, dado que la cifra de latinos que han firmado se ha acrecentado, “entonces los muchachos ya no se sienten tan lejos de su casa, porque establecen amistad con deportistas de culturas similares”.

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