El Barsa sigue al niño más alto del mundo, Robert Bobroczky, de 14 años y 2,30

La naturaleza puede parecer caprichosa cuando decide otorgar a un chico de 14 años casi 2,30 metros, pero también se intuye sabia al comprobar que esa altura sólo la tiene quien posee poder para soportarla. Robert Bobroczky (Rumanía, 17 de julio de 2000) es uno de los mayores talentos en potencia del baloncesto europeo, un proyecto de adolescente admirador de Yao Ming y simpatizante de Bourousis en Europa.
Acaba de fichar por el Stella Azzurra, club de Roma cuya máxima es cuidar la cantera. «Es fantástico estar aquí, un sueño. Comencé a jugar al baloncesto a los cinco años y aspiro a llegar a la NBA o a un buen club de la Euroliga, como el Maccabi», responde a MARCA, mientras le hace un guiño a un club español. «Sé que me quiere el Barcelona, pero a mí no me atrae. Tampoco el Madrid. Sí el Cajasol», apunta antes de sentenciar: «La altura nunca ha supuesto un gran problema para mí».Robert Bobroczky
Él es una de las futuras estrellas que se moldean a fuego lento en las instalaciones de este club italiano, único en el país y casi en Europa. «La diferencia con los demás es que nosotros trabajamos con los jóvenes individualmente para que, con 18 años, fichen por grandes potencias; no para que jueguen en nuestro equipo, que en su día fue un histórico y ahora está en Serie B2 (Cuarta División)», apunta Giacomo Rossi, el director deportivo de la Stella Azzurra, campeona de Italia sub’15.
Ellos conforman una idea, una filosofía de vida, una mirada particular en el entendimiento del baloncesto, influencia clara de los colegios estadounidenses. «También hemos cogido algo de Lituania, Rusia, de Asia? Trabajamos individualmente con cada chico para que lleguen, si es posible, a la NBA. Pero si no es así, también formamos personas, inculcamos valores». La voz es de Germano D’Arcangeli, el mánager general, el paladín de esta obra de arte.
Fue en los años 90 cuando cogió esta entidad histórica –fundada en los años 30– a punto de desaparecer para dar un vuelco en todos los sentidos, ungir con sentido común y cambiar la perspectiva: empezaron a mirar sólo a las categorías inferiores para terminar siendo, desde hace dos años, una academia. «Tenemos 25 equipos, más de 500 jugadores y casi 40 duermen en nuestra residencia. Hay gente de todo el mundo, se hablan muchos idiomas y hay varias religiones. El respeto prima sobre todo. Son hermanos», agrega el alma del proyecto.
Una familia de altura
El jefe augura un buen futuro para Robert Bobroczky. «Ojalá acabe en una estructura tan sólida como el Barcelona. Nosotros somos un medio, no un fin. Los pulimos técnica y físicamente. El chico tiene una buena mano, aunque debe trabajar físicamente para evitar lesiones. Podría crecer hasta 2,35. Viene de un padre de 2,17 y una madre de 1,90. Ellos le mantienen los pies en el suelo».
La riqueza multicultural, una red de scouting que viaja por el mundo en busca de joyas, la persecución de un sueño y el valor de enfrentarse a los imprevistos han calado en la nación. El Stella Azzurra tiene gente de China, Senegal, Bosnia? Son niños que pagan por estar en la casa, que tienen un estudio garantizado y reciben unas premisas recogidas en un enorme panel que custodia las instalaciones. Disciplina, sacrificio, integridad, respeto, espíritu de equipo, armonía y profesionalismo son los lemas.
Su mensaje ha llegado incluso a la NBA, que lo eligió como sede el pasado verano para el Basketball Without Borders, una de las escalas que organiza por el mundo cada año para reunir a los mejores jóvenes. «También jugamos el Cittá di Roma, una de las cuatro etapas de la Euroliga en categorías inferiores (junto al Armani, Cibona, Bayern de Múnich y Cajasol)», resalta Germano, el tercer ojo de una comunidad formada por entrenadores, masajistas, nutricionistas y psicoterapeutas.
«Nosotros apostamos por el crecimiento del hombre paralelo al del atleta. Trabajamos, en armonía, para que ninguno se sienta mal por estar lejos de su familia. Buscamos que tengan estímulos más allá del baloncesto. Les enseñamos la belleza de Roma, moldeamos la agresividad, la capacidad de comunicación, todas las competencias para que sea una persona feliz y con éxito», explica la psicóloga, Bárbara Rossi, que valora la serenidad de Robert. «Que para él no sea un problema su altura me resulta extraordinario».
Al fin y al cabo esto es baloncesto, un deporte de centímetros, de sacrificio, gloria y decepción. Y en un rinconcito de Roma, sin focos ni purpurina, se fabrican campeones haciendo militancia de la normalidad y el sentido común. Así se forjan los colosos.

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