Marc Márquez continúa agrandando su leyenda como juvenil en la Moto

VALENCIA, España. En menos de un año en MotoGP Marc Márquez ha conseguido agotar los calificativos y todas las opciones de apodarle: ‘el pequeño genio’, ‘el tro de Cervera’, ‘la hormiga atómica’, por su animal favorito, ‘baby Márquez’, ‘Sharkez’ (juego de palabras en inglés de tiburón y Márquez), ‘Marc the bike’, Special One, como ha lucido en Japón, o ‘el pequeño bastardo’, como cariñosamente le llama su ‘padrino’ en el paddock Valentino Rossi.
Todas ellas unidas completan a un personaje que desarma con su franca sonrisa, con su picardía, con su frescura. Y dentro de la pista, mejor escapar a su radar, porque saca todo el partido posible a su estilo intimidatorio en las frenadas y sus derrapadas. Ya ha dado muestras sobradas de su carácter competitivo, indomable, y de su determinación y en 2013 nadie ha podido parar al ‘huracán’ Márquez.
Desde los 4 años
Con una Piwi menudita y con ruedecillas a los lados, pedida a los Reyes Magos, comenzó a los 4 años la historia de amor de Marc Márquez y las motos. Quería “una moto de esas con gasolina y que dan saltos” y en un polígono industrial cercano a Cervera se desfogó con ella provocando incluso una caída a Julià, su padre, tratando de seguir al mayor de sus dos hijos varones.
Desde el día que dejó las motos de montaña y se pasó a la velocidad, a las competiciones de circuito, no ha cesado de crecer, físicamente y deportivamente de la mano del campeón mundial de 125cc Emili Alzamora, que lo tutela desde los 12 años.
En la prehistoria queda aquel lastre de 21 kilos que llevaba en su primer año en 125cc para poder dar el peso mínimo moto-piloto, aquel niño tímido que prefería quedarse a la sombra en las grandes presentaciones de Repsol, el patrocinador que ha mimado toda su carrera.
Un genio precoz
En 2010, con 17 años y 263 días, se convirtió en el segundo campeón del mundo más joven de la historia de 125cc, sólo superado en 98 días por Loris Capirossi (1990). Estableció el récord de poles en una temporada de 125cc con 12 y sumó 10 triunfos, a uno del récord absoluto de Rossi (1996).
Pero donde empezó a forjar su leyenda fue en la jungla de Moto2. En su primer año estaba llamado a dominar con mano de hierro, pero empezó la temporada con tres ceros de ‘rookie’. Una importantísima caída en los entrenamientos libres de Malasia malogró la remontada más espectacular de la historia del motociclismo cuando fue capaz de recortar 82 puntos en 11 carreras al posterior campeón Stefan Bradl.
Para la historia su carrerón en Phillip Island, donde partió último de parrilla cumpliendo una justa sanción por arrollar al tailandés Wilairot. Adelantó a 35 rivales, 22 de ellos en la primera vuelta, para acabar ganando la carrera.
La lesión en el ojo
Luego llegaría la peor lesión de su corta carrera deportiva, propiciada porque los comisarios de Sepang no señalaron con la bandera de lluvia esa circunstancia. Le quedó una parálisis del músculo oblicuo superior de su ojo derecho que le daba visión doble periférica. Tres meses después fue operado en el Clínic de Barcelona lo que encendió las alarmas sobre su total recuperación.
No hubo pretemporada para él, sí mucho tiempo ‘libre’ para hacer lo que más le gusta, labor de equipo cuando más lo necesitaba. Con su ‘dream team’ CXRepsol se citaba en la nave del equipo y una vez a la semana se reencontraban para barbacoas o caracoles en Cervera, tertulias y risas para elevar los ánimos. Así se explica que para 2014 quiera volver a compartir su vida en las carreras con ellos.
En su segunda temporada Moto2 evitó repetir los errores del pasado. Fue más regular, gestionó mucho mejor las carreras y aún fue más determinado a la hora de adelantar, esa ‘puerta grande o ambulancia’ con la que se juramentaba en privado. Echó mano de la épica en Motegi cuando en la salida se quedó clavado, “por un error de novato” y remontó del 28º al 1º, en la que ha sido una de las mejores carreras de su vida.
Tomó posesión de su Honda de MotoGP el 14 de noviembre del pasado año en Cheste con vocación pública de aprender en su primer año y optar al premio de ‘rookie del año’. Nada que ver con su actitud en Qatar, primer Gran Premio de la temporada.
El maestro Rossi
El niño que en primavera aún coleccionaba las motos en miniatura de Valentino Rossi pasó de colocarlas en la repisa de su habitación a protagonizar un prometedor cuerpo a cuerpo con él por la segunda plaza de Qatar. Aún no tenía la mano por la mano y ha sido de los poquísimos duelos que ha perdido frenando. Luego le ha emulado, en la última curva de Jerez, copiado, en el ‘sacacorchos’ de Laguna Seca, y finalmente superado.
Primero cayeron los récords de juventud, luego los de un ‘rookie’ MotoGP y la cosa se puso fea para los grandes favoritos del Mundial. En Austin se puso líder por primera vez. Las caídas de Lorenzo y Pedrosa, por sus propios errores y que desembocaron en fuertes lesiones, le abrieron la puerta a una nueva dimensión, la del título mundial de MotoGP.
Un camino con obstáculos
Se lo pusieron en bandeja y no desaprovechó el regalo, minimizando los errores y creciendo como piloto a la velocidad del rayo. Desde Sachsenring ya nadie le desbancó de esa primera plaza. Tampoco se dejó influenciar por las decisiones arbitrarias de una Dirección de Carrera que pretende castigarle a destiempo, cuando ya es un referente de la parrilla. A lo suyo que el título está cerca y cuando más complicado se le estaba poniendo, y ante el mejor Jorge Lorenzo de siempre, llegó en tercera convocatoria en Cheste después de dos Grandes Premios atípicos en Phillip Island y Motegi.

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